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Ninguna persona es superior a otra

La democracia consiste en el autogobierno de los ciudadanos al objeto de garantizar dos principios fundamentales sin los cuales esta no se produce en una nación: la libertad de los individuos y la igualdad entre los mismos, empezando por la igualdad ante la ley. Y son estos uno de los fundamentales principios que los sistemas monárquicos contradicen, y hacen que sean, por su propia naturaleza, una institución antidemocrática por la inviolabilidad del rey, que puede actuar impunemente sin que pueda ser cuestionado por los simples mortales.

Las desigualdades entre las personas siempre han sido uno de los fenómenos sociales que más me ha preocupado y creo, sin temor a equivocarme, que son la génesis de muchos de los conflictos del mundo actual. No concibo que existan personas que tengan privilegios respecto a otras y menos aún apruebo que quien esté en la condición desfavorecida pague los caprichos y bondades de l@s privilegiad@s.

Me parece arcaico, injusto, abusivo e injustificable que en pleno siglo xxi existan países donde sus ciudadanos dediquen parte de sus impuestos a sufragar los gastos de una estirpe cuya especial virtud es tener hijos para perpetuarse. Es inconcebible que los caracteres hereditarios justifiquen forma alguna de poder. Heredades que en sí mismas son discriminatorias.

No alcanzo a comprender que en una sociedad democrática exista un cargo del Estado que sea hereditario, y que por el simple hecho de haber nacido en una familia determinada ostente el sagrado mérito de no tener que demostrar ninguna valía pues te le viene otorgado el oficio de princesa o príncipe, duque, marqués o cualquier otro título de “nobleza”.

Qué sentimiento de vasallaje puede llegar a habitar en un ser humano hasta el punto de considerar justo y normal inclinarse, en acto servil de reverencia- aunque sea simbólico- ante otro semejante con la única diferencia que le otorga el azar y la biología por haber nacido en una familia determinada. ¿Que lleva a un individuo a aceptar de buen grado, incluso defender, la permanencia de derechos de nacimiento, la superioridad de otro individuo por su pertenencia a un linaje? ¿Dónde queda la igualdad entre semejantes?

Es contraproducente para el desarrollo pleno de todas las sociedades del mundo, rendir pleitesía a un reducido grupo de personas que se siguen considerando “nobles”. Ni siquiera el argumento de que “la monarquía es un componente de la tradición” es válido. Deben mantenerse las tradiciones que unen, no las que segregan.

Esa riqueza desplegada con pompa, ribeteada de dorados me parece poco menos que humillante y despreciable mientras crece el número de personas en riesgo de exclusión social, y la pobreza sigue aumentando en más de la mitad de los países del mundo. Al igual que el vaticano, el perfil de todas las monarquías del mundo contrasta con la cara de la pobreza de más del 50 % de los habitantes del planeta.

Si hasta los más furibundos monárquicos reconocen que el poder de la monarquía es simbólico: ¿entonces de que sirve, en estos duros tiempos de crisis, mantener una institución que no resuelve ningún otro asunto que no sea el mero carácter decorativo y en algunas ocasiones fungir como mediador, labor que corresponde a un diplomático?

La ilustración (Siglos XVII y XVIII) fue una época crucial en la historia del pensamiento occidental, fue el momento más creativo en la historia de la humanidad. Representó un cambió cosmogónico en occidente. Se caracterizó por ser un periodo de gran desarrollo intelectual a través del cual se antepuso la razón a la ignorancia, se rompieron las antiguas estructuras y se difundieron las ideas de progreso, el conocimiento científico, político y social que conllevó a múltiples cambios.

Antes de la ilustración, la humanidad sobre todo en el mundo occidental pensaba a través de la fe religiosa y no desde una visión científica que esclareciera el oscurantismo, herramienta usada por los dos grandes y únicos poderes de la época: la iglesia y la monarquía que aplicaban el poder contra la ignorancia del pueblo.

Pero ese despertar de la humanidad se produjo gracias a ilustres hombres. En la ilustración francesa destacaron los nombres de Francois-Marie Arouet conocido como Voltaire (1694-1778), Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), considerado este como el primer pensador auténticamente democrático de la historia de Europa o Denis Diderot (1713 – 1784), el inglés Thomas Paine (1737-1809) considerado como el autor de dos de los ensayos políticos más famosos en la historia de la democracia humana: “Sentido Común” un era un ataque apasionado contra la monarquía británica y todo lo que ésta representaba y “El Caso de los Empleados de Aduana” en el cual clamaba por reformas sociales culpando al Rey y a su séquito de dilapidar el erario, mientras mantenía a los empleados reales, y a la población, en la más absoluta miseria.

Pensadores todos que se convirtieron en masa crítica intelectual y decidieron cambiar el mundo. Demostraron que las monarquías no garantizan calidad democrática a un país. Aun así, muchas coronas de occidente sobrevivieron las poderosas ideas del Siglo de las luces.

No lo creerían aquellos hombres ilustrados del llamado Siglo de las Luces que tres siglos después Europa, la cuna de la democracia, seguiría anclada a la inagotable dinastía de los reyes godos.

https://youtu.be/zC362pOnPNQ

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